martes, 14 de octubre de 2014

EL FINAL SIEMPRE ES EL PRINCIPIO

La última bandera en el Fusca.
El tramo más bastardeado y criticado en el viaje quizá fue el que tuvimos que hacer de Monterrey a la frontera con EEUU. Un sinfín de consejos nos dieron propios y extraños para pasar sin inconvenientes y por suerte lo logramos. Luego de un par de horas estábamos en la frontera, en la ciudad Laredo. Terminamos los trámites aduaneros del lado mexicano, los últimos de Latinoamérica y salimos rumbo a la aduana estadounidense a mostrar nuestras visas y demostrar que no somos terroristas. El cruce del famoso rio Bravo fue tranquilo y llegamos sin problemas para hacer nuestros trámites. Un Volkswagen escarabajo con matrícula argentina no es muy común por estos lugares y si además viene cargado a mas no poder, entonces se escapa de la lógica y lo tienen que revisar; y cuando digo revisar es sacar absolutamente todo de adentro para que el perrito haga bien su trabajo. Luego de las olfateadas, las preguntas más insólitas y todo eso, nos metemos definitivamente en el último país del recorrido.
Como no teníamos mapa y mucho menos GPS, preguntamos por la ciudad más cercana y fuimos hasta Nuevo Laredo donde debíamos sacar el seguro del auto. Lo que debía ser un simple trámite se transformó en un interminable ir y venir entre aseguradoras que no sabían qué hacer con un auto que no fuera mexicano. Por suerte la gente de la Embajada Argentina nos dio una gran mano y nos conectaron con la aseguradora. Dos noches en la frontera nos sirvieron para empezar a entender un poco este nuevo país: orden vehicular, gigantescos comercios, supermercados abiertos 24 horas y una estructura institucional sólida que no está acostumbrada a resolver problemas fuera del protocolo.
Salimos y por fin empezamos a rodar por EEUU. Las rutas impecables y señalizadas son una constante por estos lados y cuando te acostumbras a ciertas reglas se hace placentero manejar. Como estuvimos bastante tiempo lejos del mar apuntamos hacia allá y llegamos a Corpus Christi para mojar los pies en el Golfo de México.



Pasamos solo una noche y continuamos viaje. De ahora en más el objetivo esta tan cerca que solo queremos avanzar. El estado de Texas parece infinito y se le suma la monotonía de la ruta, siempre impecable, siempre señalizada. Pasamos de largo Houston con sus autopistas que se pelean por estar una encima de la otra y entramos a Louisiana para detenernos en la pequeña Lafayette. Después de tantos kilómetros necesitábamos el contacto con la gente, saber dónde estábamos. Y esta pequeña ciudad ofrecía una fiesta al aire libre en un parque donde la feria, la cerveza y la música se hacen presentes. Gente tomada de esas películas con las que nacimos se reúnen a pleno festejo. Personas cantando, bailando o simplemente reunidas por algún motivo dignifican cualquier espacio público. Lo vimos en Latinoamérica, lo vemos en el norte. Todos somos iguales.


Festival de música en Lafayette.
Seguimos por Louisiana y llegamos a la mestiza Nueva Orleans a orillas del río Mississippi donde su actual puerto supo ser la principal vía de ingresos del comercio de esclavos en el sur de EEUU. De origen francés pero de pasado español la ciudad se presta a recorrer su zona céntrica a pie donde bares y restaurantes parecen no vaciarse jamás. Pero también la plaza principal, la catedral, el barrio francés y todo su entorno te transportan un par de siglos atrás y te propone una oferta cultural que incluye el jazz y la venta de arte callejero.



Bourbon Street.


Río Mississippi.
Nos vamos y atravesamos los estados de Mississippi y Alabama que en esta zona se hacen angostos y nos metemos en Florida. El último paso esta por darse pero antes nos entretenemos un poco ya que llegar a Florida es llegar a la playa y al mar. Se respiran olas y se vive de esa forma. La ruta cruza una gran cantidad de ciudades costeras que te obligan a parar, descansar y meter los pies en el mar por un momento.





Nuevamente rodando, la autopista se aleja un poco de la costa y solo queda acelerar y llegar. El silencio es el dueño en el interior de Fusca y solo se deja vencer con alguna pregunta al paso o para comer algo. Las sensaciones se mezclan, es ese momento donde sabes que la meta está ahí, a un puñado de kilómetros y querés llegar rápido, sin parar ni pestañar pero los kilómetros se estiran y Fusca se hace más lento que de costumbre. Sin embargo, cuando de repente te das cuenta que todo termina, que los casi dos años transcurrieron y no los sentimos inconscientemente levanto el pie del acelerador intentando estirar el final para disfrutar cada segundo, para guardarlo en esos rincones de la memoria que no se olvidan jamás y que afloran a cada instante sacándote esa sonrisa que para los demás es inentendible y roza la locura. Los minutos pasan, las preguntas surgen y las respuestas no llegan. ¿Nico estará en la casa o trabajando? ¿Qué vamos a hacer? ¿Cuándo volvemos a Buenos Aires? Preguntas que intentamos darle algún tipo de orden y que llevan tantas respuestas como uno puede imaginar. Ya estamos sobre la ruta 75 bajando hacia el sur y el desvío hacia el este nos pone de cara a Orlando. Las decisiones dejaron de ser qué país cruzamos, que ciudad conocemos o que ruta tomar, ahora todo se vuelve preciso, las calles deben ser las correctas porque el final tiene nombre y apellido y se maneja con la precisión de un relojero.



De un suspiro la ruta se transforma en avenida y la avenida en calle de paso lento. Como una especie de embudo vehicular todas las calles, todas las rutas que transitamos en estos dos años conducen al mismo lugar, a la misma dirección. Doblamos a la derecha, luego a la izquierda y de golpe una calle sin salida. Volvemos sobre nuestros pasos y retomamos el camino. Calles sin personas nos impide preguntar por nuestro escurridizo destino. La noche cae y nos damos cuenta que Nico no va a estar en su casa sino trabajando entonces rápidamente nos alejamos y nos vamos directo hacia allí. Calles, avenidas, autopista y la bajada que nos dirige al nuevo destino. Avenida de luces, comercios y restoranes nos miran desde arriba como el extraño que llega al barrio. Todo es gigantesco, ruidoso, majestuoso y veloz. Los pocos metros  que quedan no los vivimos, no los sentimos, solo pasan. De golpe Vicky dice “es ahí”  y todo enmudece. Pasamos por enfrente del restorán donde trabaja mi hermano y vemos movimiento. La gente sale del lugar, atinamos a estacionar a unos pocos metros. Giro la llave suavemente y paro a Fusca por última vez creyendo por un segundo que tiene vida, le agradezco traernos hasta acá y le juro en ese momento amor eterno. Giro la cabeza y la veo a Vicky. Nos miramos buscando no se que, como esperando una señal divina o un mensaje del mas allá. Creo haber visto cada instante del viaje en sus ojos, cada segundo de miedo, de alegría o de tristeza. Sospecho que ella vio lo mismo. Ese momento, ese instante queda guardado para siempre por Fusca. Es nuestro pequeño nirvana…

Abrimos las puertas y el ruido nos sacude con su puño de realidad, bajamos del auto y Nico llega gritando, hablando, gesticulando valla a saber uno que. Nos miramos a la cara y solo atinamos a abrazarnos. Hay mucho que contar, pero nada que decir. Nico suma a Vicky a ese abrazo interminable y a la vez abrazamos a todos los que desearon que estemos allí. Con una especie de zoom mental logro vernos desde arriba y la imagen se me hace familiar. La soñamos hace unos cuantos años cuando una tarde cualquiera vino Vicky y me dijo: “bueno, dale, vamos de viaje.” Porque ahí comienzan los viajes, con el final de la historia. Si el final es bueno, entonces si comienzo. A caminar. A rodar. A pensar. A vivir. Todos sabemos que siempre hay un final, lo importante es el camino recorrido. Y lo más difícil siempre es el primer paso.


martes, 17 de diciembre de 2013

DEL CEMENTO TAMBIEN VIVE EL HOMBRE

Zona arqueológica de Palenque.
La ruta desde Campeche hasta Palenque, en el estado de Chiapas, es plana y monótona. Solo llegando a este pequeño pueblo comienzan las subidas y bajadas que enriquecen el paisaje. En una región bendecida por la naturaleza la vegetación se adueña del horizonte y las lluvias marcan su presencia con autoridad. Luego de visitar el centro y respirar junto a sus habitantes pasamos la noche en la Guardia Civil y nos vamos tempranito a visitar las ruinas arqueológicas mayas.





A diferencia de Chichén Itzá estas construcciones son más pequeñas pero están inmersas entre árboles y plantas y subidas algunas a pedestales naturales que las enriquecen y embellecen. Es agradable ver el recorrido de canales, cascadas e iguanas que ni se molestan ante las miradas de los curiosos.

Templo de la Calavera.
Después de pasar la noche salimos rumbo a San Cristóbal de las Casas, ya metidos entre las montañas y la sierra grande. Ciudad de esplendor colonial y de gran actividad de la comunidad en las calles. Fin de semana con mucha gente en las plazas, la peatonal y en cada rincón donde uno estuviera. Los bomberos nuevamente nos ayudaron para poder dormir y lamentablemente los días pasaron rápido.

Catedral de San Cristobal de Las Casas.
Templo de Santo Domingo de Guzmán y Arco del Carmen.




Nuestro próximo destino era Puerto escondido, pequeña playa de surfistas en el océano pacífico donde los chicos de Kombi Sudaca estaban hace ya unas semanas. Fueron dos días de ruta y en el medio conocimos Bahía de Huatulco y otros pequeños lugares junto al mar.


En el camino nos detuvimos en Chiapa de Corzo.

Como siempre los reencuentros nos llenan de alegría y nos renuevan las ganas de compartir, así que para no desentonar con el viaje nos quedamos unos días de más junto a Lucho, Majo y Laika. Ahora sí la despedida tiene sabor a definitiva, así que ¡¡¡Gracias por todo, nos vemos en Argentina!!!

Carrizalillo.

Puerto Escondido.

Encuentro y despedida.
Dos noches en Oaxaca nos bastaron para conocer una encantadora ciudad colonial que nos regaló unas lindas caminatas por el centro y luego salimos hacia Puebla, donde nos esperaban Borrego y Muthza para compartir unos días.



Antes de llegar a Puebla cruzamos la Reserva de la biosfera Tehuacán-Cuicatlán, donde un camino plagado de cactus nos recordaban a cada metro que estábamos cruzando México. Puebla es una de las ciudades importantes de México, cercana al DF que tenía un atractivo particular para nosotros: es allí donde en el año 2003, se fabricó el último Vw escarabajo y si bien nuestro Fusca fue concebido en Brasil, aprovechamos para hacerle unos mimos en la ciudad del Volkswagen.
Ya en casa de Borrego y Muthza nos dedicamos al auto, a recorrer la ciudad y probar nuevos sabores: el Pulque, bebida que se obtiene de la fermentación del jugo o aguamiel del Maguey que es una especie de aloe vera gigante. ¿Dónde? En la Pulkata, el bar de los chicos en Cholula, ciudad pegadita a Puebla. Recorrimos la feria y nos reencontramos con Vane, a quién no veíamos desde Guatemala. Después de unos cuantos Pulques y unas comiditas caseras en su casa, nos despedimos de los chicos esperanzados de que alguna vez su Kombi salga a las rutas y nos reencontremos en Argentina. ¡¡¡Gracias por todo!!!




En La Pulkata.

Con Borrego cambiando los amortiguadores.

 

Cholula.
En la feria de Cholula comiendo elotes.


En la Plaza de Puebla esperando el grito VIVA MÉXICO!

La siguiente parada hace tiempo la veníamos estudiando. Nos hablaron maravillas y también la bastardearon. Que la inseguridad, que el smog, que el tráfico… nada importaba, queríamos conocer el Distrito Federal. Invitados por Celeste, amiga de Nico que nos recibió en su departamento, salimos rumbo a la mole de cemento.  Sin darnos cuenta pasamos de la ruta a una autopista y esta nos “metió” a la fuerza en el DF. Sin querer estábamos rodeados de edificios, autos, gente, pero también de parques y monumentos. Rápidamente encontramos el camino y llegamos a destino. Celeste nos recibió con unas milanesas con puré y nos concentramos en conocer la ciudad más grande de Latinoamérica.
Si leen blogs de viajeros mayormente escapan a las grandes ciudades. Siempre los lugares verdes, con agua, las montañas o las playas cautivan más que el frío hormigón. Y en parte tienen razón, es increíble la necesidad del hombre, una vez que vivís un tiempo rodeado de naturaleza, de volver y conectarte con la tierra. Pero el hombre vive en ciudades y necesita de ellas. Quizá mi profesión influya en esta afirmación, pero he conocido pocas personas que sueñen con vivir totalmente alejados de las urbes, que solo quieran campo y naturaleza; habitualmente dicen “me gustaría vivir en el campo, pero con ciertas comodidades”. Inconformismo en su máxima expresión. En las ciudades se estudia, se piensa, se debate. Nacen la guerra y la paz, las enfermedades y los antídotos, la estupidez de la moda y la belleza del arte. En las ciudades nos conectamos con los semejantes y entendimos el poder de la unión y de la infinitud del conocimiento. Creamos nuestros mayores sueños como especie y como individuo. Por eso no entiendo ese odio al lugar que elegimos para vivir. Y por eso también no entiendo las críticas al DF. Así como hoy en día la moda indica que hay que “conectarse con la energía de la naturaleza” y todos sentimos eso cuando salimos a la plaza del barrio y nos sacamos los zapatos, deberíamos poder sentir la “energía” de las ciudades, la que generan millones de personas yendo y viniendo con el mero fin de cumplir los objetivos diarios, corriendo entre edificios, algunos increíblemente inhumanos pero otros que engrandecen al hombre, intentando ganar la carrera sin fin. Las ciudades las hacemos los hombres, las elegimos nosotros y las moldeamos a nuestra “imagen y semejanza”. Si no aceptamos el lugar que creamos para vivir y no somos capaces de soportar la libertad que nos ofrece la naturaleza, el inconformismo nace entonces de uno mismo, de la angustia de no saber hacia dónde caminamos. Cuando el norte es claro, las acciones tienen respaldo. Celebro el vivir en ciudades, las mismas que me educaron y me dejaron pensar libremente. Y celebro haber conocido el DF, la mole de cemento que late al compás del ritmo mexicano.

El Angel.

Palacio de Bellas Artes.

Con Cele.
Una vez que dejas el auto es sencillo trasladarse por la ciudad. Metrobus, Metro, Buses, todo está conectado. El zócalo fue difícil conocerlo ya que estaba vallado por manifestaciones de maestros, pero recorrer la ciudad a pie o en bicicleta es realmente agradable. La ciudad española fue construida sobre la gran ciudad fundada por los mexicas en el valle de México intentando demostrar la estúpida fuerza de la conquista, pero increíblemente surge de sus propias entrañas restos de lo que fue la brillante ex ciudad Azteca. El DF ofrece una gran cantidad de actividades: museos, avenidas, monumentos, tiendas, arquitectura, cultura. Todo está disponible. Golpeada por el narcotráfico es una constante las charlas sobre la inseguridad o la violencia con la que se convive, pero a la vez se siente la fuerza de un pueblo acostumbrado a la lucha pero que quizá no se da cuenta de la real dimensión de su poder para ser el líder de la región. México es cultura, naturaleza y revolución, la máxima expresión del colonialismo español que nunca podrá callar el grito de los pueblos originarios.

Catedral.

Museo Nacional de Antropología.
Teotihuacan
Pirámide del Sol.



Vista desde la Pirámide de la Luna.
Estadio Azteca.
Museo Frida Kahlo.
Xochimilco.
En todo nuestro recorrido por México no habíamos hecho contacto con los clubes VW, así que este fue un buen momento. Marcos fue el contacto y fuimos invitados a una reunión en las afueras de la ciudad. Todo fue muy grato y pasamos una tarde a todo Volkswagen. También fue revisada nuestra nave por Jorge, mecánico especializado que nos dejó todo en perfecto estado ¡Gracias por todo!



Nos re-re-encontramos con Vane y con ella pasamos tardes de venta en Coyoacán y en la UNAM. Seguramente fue el último reencuentro del viaje. ¡Gracias Vane!
Ya con todo preparado no quedaba más que salir, así que una mañana nos despedimos de la gran ciudad. El último desayuno con Celeste y la despedida que se materializa. ¡Gracias Cele por todo!


En pocos días queríamos estar en la frontera ya que la llegada a lo de Nico cada vez estaba más cerca. La primera ciudad en donde parar fue Guanajuato, ahí los bomberos nos permitieron dormir en el estacionamiento. Ciudad fundada entre montañas tiene la particularidad de estar conectada por un sinfín de túneles donde los autos aparecen y desaparecen constantemente. Increíble ciudad que nos sorprendió gratamente.



Los túneles que conectan la ciudad.

Un breve paso por San Luis Potosí nos permitió caminar sus calles y su centro. Fuimos muy bien recibidos por los bomberos pero rápidamente nos fuimos. De ahí salimos hacia el pequeño pueblo de Real de Catorce. Este se encuentra perdido en las alturas de la montaña y para ingresar hace falta atravesar el mismísimo cerro. Llegamos en día festivo y el lugar se vistió de colores, música y gente.

Con los bomberos de San Luis Potosí!


Nuestra última para da fue en Monterrey, donde nos recibía Ezequiel, amigo de mi hermano Maxi. El y su familia nos abrieron las puertas de su casa y pudimos disfrutar de la ciudad, de un asadito bien argento y de nuestros últimos días en México. Monterrey es una ciudad moderna, calurosa y con un hermoso paseo por el río Santa Catarina que la atraviesa. Luego de unos días nos fuimos rumbo al norte y nos despedimos de los chicos. ¡Gracias por todo!



Increíblemente cargamos a Fusca por última vez en Latinoamérica, la próxima noche la pasaremos, aduana mediante, en EEUU. Ya no hay nada a que temer, pasamos la gran prueba, pasamos el DF y con ello aprendimos a vivir en la ciudad.